viernes, 30 de noviembre de 2007

En el cielo no había estrellas.


Regresaba de Buenos Aires, había asistido a un coloquio interamericano dedicado a Julio Cortázar que él era una de las grandes figuras sobre el tema en toda la región; pero no por ello era un tipo cegado por la vanidad, siempre trato de esquivar cualquier tipo de halago para escapar de ella.

El viaje fue cansado por el número de escalas que la aeronave tuvo que hacer, recuerdo su cara de satisfacción al ver que el taxi se acercaba a la colonia Tierra Blanca; al fin en casa. Su cara parecía describir esas palabras.

Un poco después de haber llegado a su casa fue cuando su suegra le recibió a la puerta de la misma, el rostro de aquella mujer se notaba claramente consternado, fue entonces cuando recibió la noticia, Lucrecia había sufrido otro ataque al corazón, Santiago supuso entonces por la expresión de su suegra que quizá sería la ultima vez que él viese viva a su amada Lucrecia. Fue así, no tardó ni tres días cuando ella murió. Lo que recuerdo de esa noche fue ver a Santiago salir corriendo de aquel hospital, todos los presentes quisieron detenerlo, fue imposible.

Santiago corrió sin sentido alguno por toda la ciudad durante horas, topó con catedral un poco después, no supo que pensar frente al Señor, camino por la avenida hasta el puente que dividía el antiguo del nuevo malecón del río de aquella ciudad. Subió al barandal del puente, a su espalda la fluida Avenida Juan de la Barreda, al frente el río, en sus manos la foto de Lucrecia, en sus ojos las lágrimas, en su mente el recuerdo de ella, en el cielo no había estrellas...

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