viernes, 30 de noviembre de 2007

Holocausto en las calles del Centro.


Caminaba a solas por las calles de la destrozada ciudad, recuerdo que la sangre de los blikx aun era fresca en los edificios que llevaban al centro. gatos, perros y niños buscaban migajas en los contenedores de basura abandonados con muy poca suerte. Al caminar yo escondía mis alas bajo una gabardina negra, larga, descolorida y vieja; mis ojos grises también debían ser escondidos bajo unas grandes y gruesas gafas obscuras, miraba hacía todas partes antes de cruzar una calle, sí un guardia de los Lorx me seguía estaría en grandes aprietos, mis alas y mis ojos grises podrían delatar que yo pertenecía a la raza de los Blikx; no miento pero a cada paso me sentía perseguido, oía tras de mí el andar exhaustivo de Botas Militares persiguiéndome, debía cuidarme de los Lorx para que no me arrancaran las alas y posteriormente me llevasen a los campos de concentración. No sé cuanto tiempo pasó después de contemplar la miseria de los seres vivos y la sangre de mi pueblo derramada en los muros de las casas hasta que llegué al jardín central de la ciudad, ahí se hallaba una gran multitud, la turba iracunda reaccionaba con fervor ante el llamado de un himno entonado por un Coronel del ejercito de los Lorx, se oía gritar a la gente -"Mátenla, que no viva"-. Yo me asusté mucho, pero me cerré fuertemente el abrigo y ajuste mis gafas, no podía quedarme indiferente, presencie aquel acto. Una hermosa mujer Blikx subía al patíbulo mientras llevaba en la cabeza una bolsa de tela negra, daba poco a poco unos pequeños pasos elegantes por aquel patíbulo, los dos verdugos Lorx que la acompañaban reían cínicamente ante los golpes que le propiciaban a aquella fina dama, recuerdo que oía claramente sus clamores de piedad mientras los verdugos y los espectadores se burlaban de su dolor. Los verdugos se disponían a desenvainar sus espadas para cortarle de un solo tajo las alas de aquella hermosa mujer, ella se movía como queriendo evitar ser privada de aquel regalo de Dios Padre, ella se movía y gritaba, después de tanto forcejeo los verdugos lograron arrancarle las alas a la bella dama mientras lentamente quitaban la bolsa de tela que la cubría, distinguí en ella una boca familiar, poco después su rostro se me hizo familiar era Eliot la mujer que ayudaba en el refugio del Ghetto de los Blikx curando niños y dándole de comer a los enfermos, la misma mujer que llevo hace tres meses al sacerdote que nos fue a enseñar la palabra de Jesús como una luz de alivio en nuestro infernal y lento dolor, la misma mujer que cuando me atacaron unos fanáticos Lorx me curó las heridas, la misma mujer que tres días antes de su ejecución que estaba presenciado me iba a hacer feliz dándome un hijo, la misma mujer que por haberla defendido aquella noche de su ejecución fui condenada a esta cámara de gases ya sin mis alas, ni mis ojos grises que son las fuentes de poder de nosotros los Blikx.

PD: Nunca más un holocausto, para que la memoria nos permita no regresar al pasado NAZI a 60 años de Auschwitz.

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